advertisingelon muskGeneralmediapaywallsocial mediaTwitterX

Si quieres servicios y no quieres ser el producto, paga por ellos…

IMAGE: Patrick Tomasso - Unsplash

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «Muros de pago» (pdf), y es un intento de explicar el concepto de modelo de negocio en internet y cómo, a lo largo de la evolución de la red, hemos caído en una trampa que impide su desarrollo razonable.

Esta semana, a raíz de unas declaraciones de Elon Musk tras una entrevista con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha trascendido su probable intención de convertir la red que todos aún conocemos como Twitter, pero que ahora se llama X, en un servicio de pago.

No, esta vez no hablamos de un servicio exclusivo para quienes quieren prestaciones adicionales como tweets más largos o visibilidad adicional. Eso se llamaba Twitter Blue, ahora se llama X Premium, ya existe desde hace tiempo y cuesta unos $8 al mes, con algunas variaciones en función del país. Hablamos de que todo aquel que quiera utilizar X tenga que pagar una cantidad mensual determinada, y que si no quiere pagarla, se puede ir a otro sitio. Es decir: hablamos de un muro de pago como los que conocemos en muchos medios de comunicación, pero en este caso, sin agujeros, sin posibilidad de borrar las cookies y entrar otra vez, sin que sirva el modo incógnito, sin trucos de ningún tipo. O pagas, o no entras, así de sencillo.

En la práctica, ¿de qué hablamos? Pues muy sencillo: que el dueño de X, que lleva media vida diciendo que odia y desprecia la publicidad personalizada y que, de hecho, llegó al punto de dar de baja a sus compañías de plataformas como Facebook o Instagram, que se apoyan en la ultrasegmentación, ha decidido que quiere que su red cambie su modelo de negocio. Que mantener X cuesta dinero, y que en lugar de seguir pretendiendo financiarlo vendiendo los datos de sus usuarios y poniéndoles a cambio publicidad, ahora va a intentar financiarlo con una cuota mensual que todos sus usuarios tendrán que pagar. Un muro de pago.

Ese trayecto lo han recorrido muchos anteriormente, desde The Wall Street Journal hasta el Financial Times, The New York Times, The Washington Post, o el mismo medio en el que publico mi columna, El Español. Hablamos de medios que funcionan, que son rentables, y que simplemente decidieron que, pese a la tradición que supuestamente decía que «en internet todo es gratis», se podían intentar construir productos y servicios en la red sobre la base de que las cosas tienen un precio y, si las quieres, hay que pagarlo.

En el caso de X, que ahora mismo afirma tener 550 millones de usuarios, la experiencia es clara: que fuese gratis lo ha convertido en una red que no funciona, en la que fábricas de cuentas falsas funcionan a toda máquina inundándola de basura, de falso activismo, de estafas y de spam. En la que cualquiera puede insultar, amenazar o intimidar sin problemas, porque si le cierran la cuenta, se abre otra y santas pascuas. En la que no hay responsabilidad en el uso, y por tanto, lo que sí hay es mucho abuso. A lo largo de la historia de Twitter, ahora X, hemos podido comprobar claramente que la gratuidad no funcionaba. Lo hemos visto todos. Pero más que nadie, quien tiene que pagar por las infraestructuras, el equipo y los mecanismos para que la empresa siga ahí.

No, no me gusta pagar por sistema por las cosas. Pero entiendo perfectamente que si quieres un servicio de calidad y que funcione, eso tiene un coste, y me he hartado completamente de que pretendan que lo pague con mi información personal. Me he cansado de ser el producto, quiero ser un usuario con derechos y con limitaciones razonables. Considero la publicidad ultrasegmentada un abuso y una inmoralidad que debería estar prohibida, y creo que debemos plantearnos que la red tiene que parecerse más a lo que vivimos fuera de la red, donde si quieres moverte en un medio de transporte, tomarte algo o ver un espectáculo tienes que pagar por ello.

Por supuesto, hay cosas gratis, y hay también distintos tipos de muros de pago. Gratis es, por ejemplo, tumbarse en la playa, bañarte en el mar o mirar un paisaje. Generalmente, el disfrute de bienes comunes. En los bienes que alguien tiene que construir y explotar, como los medios de transporte, hay varias posibilidades: puedo pagar un billete por un trayecto, o pagar un bono que me permite subirme y bajarme cuantas veces quiera durante un mes. En internet, nos disponemos a vivir. una época en la que muchos de los productos y servicios que considerábamos gratis, ahora tratarán de reconvertirse a servicios con un muro de pago. Por ganar dinero, por supuesto, pero también por otras razones, como imponer algo de control a los usuarios, poder identificarlos, restringir determinados comportamientos y abusos por parte de malos actores, etc., sin que ello tenga necesariamente que implicar la renuncia al anonimato o al pseudonimato. Las cosas, cuando cuestan dinero, se tratan de otra manera.

Obviamente, eso implicará que muchos servicios, cuando sus usuarios se planteen que tienen que pagar por ellos, se encuentren con que gran cantidad de ellos deciden no dar ese paso. Ocurrió antes. The Wall Street Journal se encontró con una caída del 95% de sus lectores cuando implantó su muro de pago, y hablamos de los años ’90. Pero con el tiempo, muchos de esos usuarios decidieron que el contenido de ese medio valía la pena, y se animaron a pagar. Hoy, tanto The Wall Street Journal como algunos otros medios que lo siguieron son rentables, pero eso no quiere decir que cualquiera pueda hacerlo. Yo mismo, en los ’90, cuando era un estudiante doctoral con no mucho dinero, fui usuario de pago de The Wall Street Journal. Hoy pago un número muy elevado de suscripciones, y todos los años, cuando me toca renovar alguna de ellas, me planteo si me generan el valor suficiente como para justificar ese pago o no.

¿Le funcionará a Musk decir de repente que si quieres usar X tienes que pagarlo? Es difícil saberlo. Lo más probable es que, de la noche a la mañana, vea sus 550 millones de usuarios reducidos a cincuenta, o peor, a cinco. Para cualquier directivo o directiva, hace falta tener muchos arrestos para lanzarse a algo así. Pero además, se quedarán fuera muchos millones de cuentas falsas, muchos millones de cuentas inactivas, y mucha otra basura variada que lastraba gravemente el funcionamiento de la red.

Una decisión difícil, pero sin duda, parte de una tendencia que vamos a ver cada vez más en la red. Porque la idea de que en la red era todo gratis respondía únicamente a que al principio, como había muy pocos usuarios, entrar ya de por sí tenía un precio (el proveedor de acceso) y había que popularizarlo, la mayoría de los primeros productos y servicios se ofrecieron gratuitamente. De ahí surgió la posibilidad de que, como el medio lo permitía, empezásemos a intentar financiarlo mediante una publicidad «con esteroides», en la que finos francotiradores disparaban los anuncios con supuesta precisión en función de las necesidades de cada uno. El resto es historia, y no a todos nos gusta. Si el precio que hay que pagar por la gratuidad es ese, que no cuenten conmigo.

Si Musk decide implantar un muro de pago de verdad en X, aquí hay uno que se apuntará, y que confía además que el valor de Twitter será mayor si sus usuarios tienen que pagar por su uso. Que ese pago facilitará un mayor control, un menor abuso y una red más adecuada para la comunicación social. Al menos, en teoría, porque por supuesto, las cosas se pueden hacer muy bien, bien, mal o muy mal. Pero de entrada, con la experiencia de conocer cómo ha funcionado internet desde prácticamente sus inicios, la idea me resulta como mínimo interesante.

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button