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China: ¿cuánto control es demasiado control?

IMAGE: Modified from Kurious - Pixabay (CC0)

Las consecuencias de las recientes medidas de control sobre la industria tecnológica llevadas a cabo por el gobierno chino están resultando, como mínimo, complejas. Una fortísima ofensiva regulatoria sobre todas las compañías tecnológicas, con una gran expansión de las actividades anti-monopolio, importantes sanciones, amenazas de ruptura de compañías y un nuevo entorno que, en muchos sentidos, deja atrás los niveles de control de los Estados Unidos o incluso de Europa.

En algunas industrias, como la educación o los videojuegos, los efectos son evidentes: en la primera se han prohibido todas las actividades privadas de refuerzo de la educación, lo que ha llevado a una fuerte pérdida de inversores extranjeros que han pasado a considerar la industria ed-tech, a pesar del tamaño de su mercado, como un riesgo excesivo, lo que ha derivado en despidos masivos de hasta 60,000 trabajadores. En videojuegos, una fuerte ofensiva de control sobre el tiempo que los niños dedican a ellos y una larga moratoria en la aprobación de nuevos lanzamientos tienen a una industria a la que el gobierno chino considera poco menos que una droga peligrosa al borde del colapso.

Otra área de fuerte innovación, todo lo relacionado con los criptoactivos, también ha sufrido el furor regulatorio de un gobierno que está completamente comprometido con su avance, pero que exige tenerlo bajo su férreo control. Además, una nueva legislación de privacidad y de transferencias de datos al extranjero – diseñada obviamente al estilo chino, es decir, con visibilidad total para el gobierno – pero con mayores niveles de protección para el ciudadano supone también más limitaciones – y más multas – para muchas compañías. Y el siguiente paso podría ser tratar de poner bajo control los algoritmos que estas empresas utilizan para todo tipo de tareas.

A medida que Beijing va incrementando la presión regulatoria y forzando la total sumisión de las empresas que operan en el país, las compañías tecnológicas van perdiendo no solo importantísimas cantidades de dinero en sus valoraciones de mercado, sino también puestos de trabajo y esperanza. Los graduados brillantes de las universidades que antes buscaban puestos en las compañías tecnológicas tratan ahora de situarse en industrias consideradas más seguras, en un movimiento que podría traer importantes consecuencias para el sector tecnológico del país. Pero por otro lado, el 2022 está trayendo un sorprendente movimiento inversor interno hacia esta industria, con un mercado de capitales que en este momento multiplica el de los Estados Unidos por un factor de seis. Bajo la óptica capitalista, un mercado con una regulación de este tipo, fuertemente imprevisible y que exige total e inmediata sumisión, sería un fuerte desincentivo a la inversión. Sin embargo, para los inversores chinos, empezando por el propio estado, todo vale, y se trata simplemente de adaptarse a un nuevo escenario.

Contrariamente a lo que suele ser habitual en el gigante asiático, un movimiento así no parece estar planificado ni formar parte de ningún plan estratégico pre-establecido con años de antelación: simplemente, el gobierno chino reacciona ante el poderío de las compañías establecidas en su territorio, y las regula agresivamente en función de sus intereses. ¿Cuánto control por parte del estado es demasiado control? Para el gobierno chino, la respuesta está más que clara. ¿Se está jugando China su supremacía tecnológica desincentivando y fiscalizando agresivamente el crecimiento y el poder de sus compañías? ¿O tiene Occidente algo que aprender de un movimiento así?

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