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El preocupante panorama energético

IMAGE: Renee Gaudet - Pixabay (CC0)

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «El precio de la luz no es más que el principio» (pdf), y trata de presentar el actual panorama energético, que está causando importantes problemas en países como el Reino Unido o España, como un problema derivado de los precios de los combustibles fósiles, particularmente del gas, y de la manera en que se establecen los precios en el sistema de subasta, en el que la energía más cara marca el precio para todas las demás.

En estas condiciones, con un sistema de subasta que no incentiva especialmente la innovación sino el inmovilismo, y con unos precios del gas al alza debido a la recuperación de la actividad económica y a la dependencia de pocos suministradores, en este caso Rusia y Argelia, la única perspectiva de futuro razonable emerge del incremento de la inversión en energías renovables, y mucho más en el caso de España.

Con las centrales de carbón en plena retirada debido no solo a sus emisiones, sino fundamentalmente debido a sus elevados costes, y con las nucleares convertidas en algo que únicamente justifican aquellos que viven de ellas (altos costes de instalación, generación de residuos, ubicaciones complicadas y sometidas a fortísimo rechazo y, sobre todo, creciente inestabilidad climática que las convierte en auténticas bombas de relojería), el gas, a pesar de los preocupantes problemas que generan las emisiones de metano, está pasando a marcar los precios de la electricidad, con el resultado que estamos viendo.

La única alternativa razonable es la que plantean países como el Reino Unido con la fortísima expansión de la energía eólica marina, o los Estados Unidos con el incremento de instalaciones eólicas y solares, que se espera que cubran la mitad de las necesidades del país en el año 2050: llevar a cabo un sobredimensionamiento de la capacidad centrado en las energías cuyo coste de producción es más barato y sostenible. Con el tiempo y las progresivas y lógicas restricciones a la extracción de combustibles fósiles, el único escenario esperable es el de unos precios del gas cada vez más al alza, algo que impacta no solo a la generación de electricidad, sino también al coste de las calefacciones en muchos hogares. Mientras esperamos el invierno, deberíamos ir pensando cómo vamos a hacer frente a unas facturas del gas en las que, en Europa, dependemos únicamente de los precios que países como Rusia o Argelia tengan a bien fijar. El gas es, decididamente, la peor de las apuestas.

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Lo único que tiene sentido es la apuesta a largo plazo por energías en las que España tiene, debido a su nivel de insolación y a sus muchos kilómetros de costa, una ventaja clara, e invertir de forma centralizada (parques solares) y descentralizada (placas en tejados y baterías domésticas) en sistemas de almacenamiento de energía que permitan balancear el suministro de la forma adecuada.

En un panorama en fortísima evolución, lo único que tiene sentido es no encomendarse a seguir haciendo lo mismo que hemos hecho hasta ahora, y apostar de manera decidida y a largo plazo por aquello que demuestra más lógica desde el punto de vista de la evolución de la tecnología implicada. Mientras no llevemos a cabo de manera decidida la descarbonización de la generación de energía, seguiremos teniendo los mismos problemas.

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