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La evolución de la carne cultivada

IMAGE: World Economic Forum (CC BY)

Las perspectivas que están teniendo lugar en torno a la carne cultivada o carne artificial me parecen cada día más interesantes: la semana pasada, y pendientes aún de localización exacta, se aprobaron en los Estados Unidos los planes para la construcción de la mayor factoría del mundo de producción de carne cultivada en biorreactores por parte de Good Meat, más del doble que la construida el pasado año en Israel por Future Meat, y basta con hacer unas cuantas búsquedas o seguir un poco el tema para encontrarnos fácilmente con inversiones, lanzamiento de productos y noticias similares que prueban el buen momento de la tecnología.

¿Dónde está el verdadero interés por la carne cultivada? Además del obvio beneficio medioambiental y de la búsqueda de un consumo más ético en el que se reduzca el nivel de sufrimiento de los animales que proveen la carne, la idea principal es que el cultivo de células en biorreactores sigue una dinámica exponencial: el proceso de división celular posibilita un rendimiento de este tipo, es razonablemente fácil de llevar a cabo con unas normas de higiene muy accesibles, y por tanto, los beneficios para las compañías que logren poner en el mercado su producto y solventar el rechazo de los consumidores podrían obtener beneficios muy importantes. En un proceso exponencial, los costes se diluyen cada vez más entre un mayor número de unidades, lo que posibilita que pasemos de los primeros prototipos de hamburguesa, con costes imposibles de plantear para un consumidor ordinario, a bandejas de nuggets de pollo o hamburguesas con un coste competitivo frente a sus alternativas tradicionales.

Tras la aprobación de los primeros productos basados en carne artificial para un consumo masivo en el año 2020 en Singapur, las noticias se han ido sucediendo con notable rapidez, y todo indica que esta revolución en la alimentación, en la que consumiríamos carne que nunca ha pertenecido a ningún animal que caminase, respirase o sufriese, está cada vez más preparada para dar el salto a los lineales del supermercado. Por otro lado, dada la industrialización de muchos procesos de obtención de carne por métodos tradicionales, es importante entender que hablamos de un producto esencialmente más sano, al que no hay que añadir antibióticos para evitar enfermedades zoonóticas, aditivos extraños en los piensos para reducir su coste u otros factores que terminan convirtiendo la carne obtenida por procesos supuestamente «naturales» en un producto cada vez menos auténtico y genuino.

Procesos exponenciales es precisamente lo que cualquier inversor adora ver en un plan de negocio, y por el momento, lo que se plantea son formatos relativamente desestructurados de la carne, sin pasar aún a la impresión tridimensional y a la construcción de tejidos musculares complejos, aún en fase relativamente experimental. Por el momento, por tanto, nos acercamos más a la carne picada, a la hamburguesa o al nugget que al chuletón. Pero como todo, es cuestión de tiempo, y entre este tipo de alternativas y sus homólogas pero no comparables, los productos sustitutivos basados en proteínas vegetales y similares, están logrando capturar un interés de los consumidores cada vez mayor, alentado por la idea de perseguir ese beneficio medioambiental y de consumo ético.

La mayor parte del mercado, probablemente, sigue mirando la idea como un mero sustitutivo y una infamia comparada con la carne tradicional. Pero en esa adopción hay múltiples dinámicas, desde de mentalización y concienciación, hasta generacionales o culturales. Veremos cuanto tardamos en convertir la carne cultivada en una parte habitual de nuestra dieta.


This article is also available in English on my Medium page, «Are the slaughterhouse’s days numbered?»

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