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Rewilding: entendiendo una tendencia creciente (y muy razonable)

IMAGE: Richard Loader - Unsplash

Una de las tendencias más significativas e interesantes cuando se habla de la emergencia climática y la necesidad de capturar dióxido de carbono para evitar un calentamiento global es el llamado rewilding: devolver a la naturaleza extensiones de terreno que hasta ahora se utilizaban para la agricultura o la ganadería extensivas y que, a medida que adoptamos otros métodos de producción más precisos y eficientes, dejan de ser necesarias.

Uno de los profetas de la idea, George Monbiot, escribió recientemente un libro, «Regénesis«, en el que habla de destinar vastas extensiones del territorio de los países a permitir que la naturaleza los retome, repoblándolas con sus especies primigenias y dejando que actúen como sumideros naturales de dióxido de carbono. La realidad es que la estrategia es, desde un punto de vista cuantitativo, enormemente interesante: la actividad de la naturaleza cuando retiramos al hombre de la ecuación es especialmente brillante en términos de fijación de dióxido de carbono: restaurar grandes extensiones de terreno y devolverlas a la naturaleza es perfectamente posible sin comprometer la producción de alimentos, y podría llegar a fijar más de 500 gigatones (miles de millones de toneladas) de dióxido de carbono en el año 2100.

La actividad de los animales a lo largo de la cadena trófica, particularmente los grandes herbívoros, a través de actos como la búsqueda de alimento, la excavación y el pisoteo, es susceptible de aumentar la capacidad de almacenamiento de carbono de un ecosistema hasta en un 250%. Consumen el carbono contenido en los pastos que comen y lo excretan en su estiércol, donde posteriormente es integrado en el suelo por la actividad de los insectos. Además, gestionan los pastos, mitigando así el riesgo de incendios forestales.

En algunos casos particulares, como el de los planes para las Galápagos, hablamos de la posibilidad de retornar determinados ecosistemas a su estado natural primigenio antes de la colonización y explotación humana. Pero en general, lo que hacemos es dejar atrás una obsesión que persiste desde el Neolítico: la supuesta necesidad de colonizar todos los territorios disponibles y utilizarlos para producir alimentos, mediante métodos que distan mucho de ser óptimos o eficientes. La agricultura y la ganadería extensivas son, como tales, metodologías completamente primitivas con un fortísimo impacto sobre el territorio, que pueden optimizarse enormemente mediante la incorporación de tecnología. Seguir obsesionándonos con ese tipo de usos no lleva a nada más que a efectos negativos sobre el clima, lo que, en último término, convierte esas extensiones de terreno en cada vez menos productivas en forma de un círculo vicioso.

¿Qué porcentaje del territorio de los países podría ser descolonizado y devuelto a la naturaleza, reimplantando la diversidad ecológica perdida y posibilitando que funcionasen como reservorios de dióxido de carbono? ¿Por qué tenemos que utilizar para el asentamiento humano todo el espacio disponible, cuando esa estrategia ha probado ampliamente que no funciona? ¿No sería un buen momento para replantearse ese tipo de estrategias?

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