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Apple, Tim Cook y tres millones de millones de dólares

IMAGE: Apple 3 trillion valuation (E. Dans - CC BY))

En agosto de 2018, Apple se convirtió en la primera compañía que superaba la valoración de un billón de dólares, lo que los anglosajones denominan un trillón, y que se define como un millón de millones.

Dos años después, en agosto de 2020, la cotización de la compañía superó los dos billones de dólares. Y ahora, en enero de 2022, los tres billones. Hace algunos años, en 2017, tres millones de millones de dólares era lo que valían las cinco mayores compañías tecnológicas del mundo. Y todo ello, en un contexto en el que muchos analistas, desde hace mucho tiempo, se dedican a distraerse con la absurda ficción de que la innovación de la compañía era cosa del difunto Steve Jobs, y que desde su muerte, Apple solo se dedicaba a fabricar lo mismo en distintos tamaños y colores.

Que una compañía alcance los tres billones de valoración bursátil no es algo que pueda responder a un fenómeno de alucinación colectiva, ni a una ficción irracional, ni a un mecanismo ridículo de mercados alocados. Es, simplemente, el resultado de la gestión del que probablemente pueda ser definido como el mejor directivo de nuestros tiempos, Tim Cook. Bajo su dirección, Apple no solo ha entrado en muchas más categorías de productos que las que había intentado con Steve Jobs, sino que ha devuelto una gran cantidad de valor a sus accionistas, ha tomado decisiones complicadas y enormemente productivas como abandonar los microprocesadores de Intel y pasar a diseñarlos ella misma, ha logrado reducir en gran medida la dependencia de la compañía de su producto estrella, el iPhone, y ha creado toda una división, la de servicios, con un valor creciente, unos ingresos dotados de mucha mayor regularidad, y alejada del fenómeno de copia constante con ciclos cada vez más breves que sufría en el hardware.

Tim Cook es un genio. Cuando Steve Jobs planteó su propia sustitución y optó por ese director de operaciones relativamente discreto pero que mantenía una cadena de suministro tan compleja como la de esa compañía funcionando como un reloj, muchos criticaron la decisión, pensando que otros perfiles más creativos podrían resultar mejor. Se equivocaron completamente, y el tiempo lo ha demostrado. A lo largo de los años, Cook ha sabido no solo dirigir la compañía de forma enormemente certera, sino hacerlo además mientras defiende una serie de principios fundamentales, como el de proteger la privacidad como derecho fundamental incluso si quien tiene al otro lado pidiéndole que abra sus dispositivos es al mismísimo FBI.

Ha crecido en categorías nuevas y las ha transformado completamente: el Apple Watch no fue el primer smartwatch, pero ha definido completamente las funciones que debe tener un smartwatch, se ha convertido en el más vendido del mundo, ha posicionado a la compañía en el ámbito de la salud y ha hecho que no volvamos a considerar un reloj como un simple aparato para mirar la hora. Los Airpods pueden parecer una idea sencilla, pero se han convertido en un símbolo imitado por todo el resto de fabricantes y han hecho que ya no veamos gente con cables colgando de sus orejas. Y como esos dos ejemplos, muchos más. Redefinir categorías de productos para convertirse en el que marca la dirección de la innovación en ellas es algo que está al alcance de muy pocas compañías, y Tim Cook lo ha ejecutado especialmente bien. Y no lo olvidemos: los mercados no valoran ventas: valoran potencial, y el que Apple muestra de cara al futuro inmediato de este 2022 que ahora comienza es impresionante.

Apple no es una compañía perfecta. Ninguna lo es. Pero ahora hay tres millones de millones de razones para que los haters de Apple piensen que, cuando todo un mercado reconoce una valoración como esa sin pestañear y la considera algo perfectamente razonable, es que la forma de crear valor de la compañía, definitivamente, funciona. Pensar que todos los usuarios de productos Apple son idiotas, que la compañía los engaña o que no saben evaluar el valor de sus productos es, sencillamente, patético. Pero en fin… haters gonna hate.

Innovación. Algo no solo muy difícil de llevar a cabo de manera sostenida, sino sobre todo, y para muchos, muy difícil de entender. Y de valorar.


ACTUALIZACIÓN: también hablé sobre este tema para La Sexta.

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