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La Europa que regula se queda rezagada

IMAGE: Mabel Amber - Pixabay

Mi columna de esta semana en Invertia se titula «Estados Unidos inventa, China copia… y Europa regula?» (pdf), y pretende reflejar la situación actual en la que el continente europeo, un mercado de más de medio millón de ciudadanos con una renta media elevada con respecto a otros territorios, se ha quedado completamente rezagado por culpa de un foco excesivo en la regulación, que por un lado perjudica claramente la innovación y, por otro, aliena a unas compañías tecnológicas que, cada vez más, van desistiendo de intentar traer aquí sus últimas generaciones de productos y servicios.

Hay muchas cosas que se pueden hacer para fomentar la innovación, pero Europa dejó de ponerlas en práctica hace mucho tiempo. Proteger a ultranza los derechos de tus ciudadanos es, en principio, algo loable, pero cuando eso se convierte en un desincentivo constante a la innovación que lleva a que dejes de tener empresas representativas en ese ámbito, a lo mejor deberíamos plantearnos si lo que realmente queremos ser es un viejo continente al que no llegan los productos y servicios más innovadores, porque las compañías que los producen temen nuestro furor regulatorio y nuestras multas.

Los ejemplos empiezan a acumularse. Si conduces un Tesla, por ejemplo, te quedarás sin poder utilizar sus prestaciones más avanzadas de autoconducción, aunque las hayas pagado, porque el regulador opina que tiene que protegerte de unas supuestas inseguridades que en el mercado estadounidense han demostrado perfectamente ser mucho más seguras que la conducción humana. Si usas un iPhone, no podrás acceder a las últimas funcionalidades de inteligencia artificial, porque la compañía no quiere arriesgarse a que una interpretación fuera de lugar sobre sus características le genere la enésima multa millonaria.

A medida que la vieja Europa sigue pretendiendo el imposible de alcanzar el liderazgo por la vía de la regulación en lugar de hacerlo por la de la innovación, va encontrándose con que se convierte en un territorio rezagado, al que no llegan las innovaciones más interesantes y novedosas por el riesgo que supone enfrentarse con esa regulación.

¿Estamos seguros de que eso es lo que queremos para Europa?

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