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Navegación, publicidad y vigilancia

IMAGE: David Soto - Pixabay (CC0)

Es una de las quejas más habituales de los usuarios de internet: la impresión de estar siendo espiados todo el tiempo mientras utilizan sus navegadores. Y finalmente, el New York Times se hace eco del tema y comienza a proponer a sus lectores el uso de navegadores alternativos como Brave y otros que protejan mejor su privacidad frente a una publicidad que cada vez más, nos hace sentir permanentemente espiados.

La idea de publicitar cosas por las que un usuario ha expresado previamente interés en una búsqueda o una lectura en otra página aparentemente no relacionada se resquebraja cada vez más. La práctica que tal vez en algún momento pudo parecer una buena idea, genera ahora cada vez más rechazo en los usuarios, que buscan formas de huir de esa sensación.

¿Qué es específicamente lo que rechazamos, y qué debemos hacer para protegernos de ello? Por lo general, la práctica tiene que ver con las llamadas cookies de tercera parte, y podemos verla si en algún momento, en lugar de cerrar rápidamente la caja de opciones de privacidad que nos sale en muchas páginas, la investigamos brevemente: seguramente veremos un buen montón de redes de publicidad que siguen nuestra navegación e intercambian datos sobre la información a la que hemos accedido, para poder hacer eso de «ha buscado información sobre Roma, rápido, ofrezcámosle hoteles en Roma».

El problema es doble: por un lado, genera al usuario ansiedad y una molesta sensación de ser espiado, lo que ha llevado a cada vez más navegadores a introducir medidas que permitan controlar el uso de esas cookies. Simplemente, empezamos a odiar la publicidad. Por otro, un problema para los anunciantes: en realidad, todo ese demencial mecanismo lleno de intermediarios para saber lo que hacemos en todo momento no les lleva a vender más.

Muchos usuarios, de hecho, comienzan a ver fantasmas: «tan solo mencioné un tema en una conversación en persona con un amigo, e inmediatamente empecé a ver anuncios sobre ello… ¡mi teléfono me espía!!» Esa desagradable sensación, fruto del sesgo de confirmación y que se ha demostrado como falsa en varios experimentos, no es más que la paranoia que nos genera un entorno en el que nos parece que, en todo momento, hay alguien monitorizando lo que hacemos.

¿Qué debemos hacer para librarnos de tanta basura inútil y, además, desagradable? En primer lugar, entendamos de dónde surge: simplemente, son cookies que se almacenan en grandes repositorios que son compartidos entre muchos actores que participan en el proceso publicitario. En efecto: muchas de las páginas que visitas informan a esas redes de tu paso por ellas y de tu comportamiento. En otras ocasiones, el espía es el botón «Me gusta» o el login con una red social o una tercera parte. En muchos sitios, la carga del botón «Me gusta» o de otras partes de la página permite a Facebook o a otros saber de tu presencia.

Por tanto, puedes atacarlo de varias maneras, o a varios niveles. La primera es bastante obvia: líbrate de los anuncios. Después de muchas pruebas a lo largo de los años, la combinación que mejor me ha funcionado sin ninguna duda es la de utilizar Brave como navegador y Ghostery como bloqueador de anuncios, pero otros usuarios pueden tener otras experiencias. Con eso, simplemente, he dejado de ver anuncios. Ninguno. En ningún momento.

Otra posibilidad menos radical es no bloquear los anuncios, pero asegurarte de que tu navegador pone las cookies de tercera parte bajo control. Vete a las preferencias de tu navegador, a las opciones de privacidad, y simplemente bloquéalas. En algunos navegadores puedes también evitar la carga de botones sociales y otros trackers. Por si acaso, recuerda dónde está ese control, y asegúrate que sabes eliminarlo para una página en concreto si ves que cuando intentas entrar en ella, no se muestra correctamente. De nuevo, mi experiencia con Brave es buena porque en todo momento, al lado de la barra de direcciones, tengo un botón que me permite ver qué estoy bloqueando en la página en la que estoy.

Otra ventaja adicional: si pides a tu navegador que bloquee las cookies de tercera parte, puedes desentenderte de la gran mayoría de las malditas cajas con opciones de privacidad que aparecen en tantas y tantas páginas: aunque supuestamente digas que estás cediendo hasta la custodia de tu hijo primogénito, tu navegador impedirá que planten sus cookies y que cumplan sus siniestros propósitos.

¿Puedes hacer lo mismo en el smartphone? Sí, aunque posiblemente te cueste más, y te resulte imposible eliminar la publicidad completamente. Pero una vez que entiendes lo que estás haciendo, intentarlo resulta hasta un reto entretenido. Y sobre todo, es importante por lo que tiene de contribuir a que el escenario cambie a medio plazo: lógicamente, si cada vez más usuarios optan por este tipo de soluciones, la percepción de rentabilidad de la publicidad invasiva se reduce, y los anunciantes terminarán por hartarse de tirar el dinero. Por tanto, no está en juego únicamente tu bienestar mental: estás contribuyendo a generar un futuro diferente para internet.


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