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Adiós, Chrome! Hola Brave!

IMAGE: Brave, Inc.

Cambiar de navegador es una de esas prácticas recomendables cada cierto tiempo, aunque habitualmente tienda a dar cierta pereza hacerlo. En general, cambiar de herramientas es siempre una buena práctica que yo, como profesor de innovación, suelo recomendar a mis alumnos: dejar de hacer cosas por costumbre y llevar a cabo el pequeño esfuerzo que supone aprender nuevas herramientas, aunque parezca algo relativamente sencillo, es una disciplina que dinamiza nuestro cerebro y nos ayuda a tomar consciencia de muchas cosas.

En el caso del navegador, y aunque suelo tener siempre varios instalados (actualmente, además, de Safari que viene por defecto con mi ordenador, tengo Chrome, Firefox, Brave y Tor), llevaba ya bastante tiempo utilizando de manera habitual Chrome, algo en lo que, además, coincidía con la gran mayoría de usuarios en el mundo.

Actualmente, Chrome tiene una cuota de mercado de alrededor de un 66%, un dominio que, como tal, resulta poco recomendable para la salud de un ecosistema como la web. Además, Chrome llevaba ya un cierto tiempo haciéndome sentir incómodo: problemas de compatibilidad con algunas páginas web que utilizo a menudo cuando accedía a ellas con un bloqueador de publicidad, exigencia de login incluso cuando utilizaba el modo incógnito, problemas con la gestión de las cookies que me obligaban a entrar cada poco tiempo en las preferencias para borrar algunas de ellas, etc.

La configuración que utilizo para mi navegador por defecto es relativamente rebuscada, y se apoya en varios complementos que considero indispensables. Eso descarta Safari, que mantengo como ese navegador en el que nunca hago login en ningún sitio y que me permite ver páginas en modo «de nuevas», sin tener en cuenta ninguno de mis hábitos o preferencias, importante cuando, como dice Eli Pariser, quieres romper tu «filtro burbuja«. En Chrome, el navegador que utilizaba habitualmente, utilizaba un bloqueador de publicidad – lo considero completamente indispensable para una navegación productiva – que solía ser AdBlock, otro bloqueador de trackers llamado Blur, dos herramientas de curación de contenidos (los botones de Refind y de Flipboard) que uso para mantener mis repositorios, mi gestor de contraseñas (LastPass), y una herramienta más, FireShot, que uso para la captura de páginas completas. Son herramientas que considero fundamentales para mi productividad, y no estoy dispuesto a renunciar a su funcionalidad.

A la hora de cambiar, por tanto, la decisión está condicionada a poder mantener esas funcionalidades o, como mínimo, poder probar otras herramientas que proporcionen prestaciones parecidas. Así, el cambiar a un navegador también basado en Chromium, como es el caso de Brave, alivia muchos de estos problemas, porque todos los plugins son compatibles, y puedo usar la oportunidad para ver otras alternativas. Por ello, tras posponer la decisión y procrastinar durante varias semanas, decidí ponerme manos a la obra.

Brave es un navegador polémico: su punto fuerte fundamental es la privacidad y la protección de los datos del usuario y una gestión de las cookies claramente proactiva, pero también tiene otras prestaciones, como la eliminación de la publicidad y, si lo deseas, la sustitución por publicidad gestionada por la compañía cuyos ingresos comparte con el usuario, que han dado lugar a numerosas polémicas. En mi caso, dado que mi decisión es no tener publicidad y no es negociable, es decir, no estoy dispuesto a ver ninguna, aunque ello me suponga perder algunos ingresos, esa opción no me preocupa, dado que es completamente voluntaria y sé que no la voy a utilizar.

A partir de ahí, mi proceso de transición se redujo a abrir Chrome, abrir Brave, y asegurarme de que me llevaba de la una a la otra los plugins que necesito, los favoritos que utilizo habitualmente, y poco más, dado que mis contraseñas, tras muchos años de uso, están todas almacenadas en LastPass. Introduje algunos cambios: en lugar de la combinación de Blur y AdBlock, opté por quedarme con la prestación de bloqueo de publicidad del propio Brave, suplementado con otra extensión, Ghostery, de la que tenía buenas referencias desde hace tiempo. Todas las demás, simplemente ir al repositorio de Chrome, e instalarlas con total normalidad. Tras eso, simplemente abrir todos mis favoritos, logarme en ellos mediante LastPass (que funciona mucho mejor en Brave, por cierto), y situarlos en los favoritos del navegador para tenerlos fácilmente accesibles. Total, media hora.

¿Qué decir sobre Brave? Brave es un navegador web gratuito y de código abierto desarrollado por Brave Software, Inc. basado en el navegador web Chromium, la alternativa de código abierto de Chrome. En el escaso tiempo que llevo utilizándolo, tengo claro que su consumo y gestión de memoria es infinitamente mejor que la de Chrome, que era un consumidor de memoria desenfrenado . Todas las páginas que utilizo habitualmente se ven bien, y la publicidad sigue completamente ausente, además de que algunos de los sitios que me obligaban a desconectar temporalmente mi bloqueador, han dejado de hacerlo. Una consecuencia de la mayor protección de la privacidad del usuario resultante de no depender de una compañía como Google, que vive de la publicidad. En el caso de Brave, no solo cuento con la navegación estándar y con el modo anónimo: además, tengo incluso un modo anónimo mejorado con navegación a través de Tor disponible directamente desde el menú, además de la opción de bloquear directamente botones y trackers de redes sociales.

El resultado es más privacidad, más comodidad y más productividad, además de la sensación de estar algo menos controlado por Google, que siempre es positiva. El día menos pensado, en cuanto me harte de la estúpida publicidad en determinadas pestañas en el smartphone, abandonaré también Gmail y me pasaré a ProtonMail.

Con el cambio a Brave ha llegado también el uso habitual de DuckDuckGo, un buscador que antes utilizaba solo de manera esporádica, y que ahora utilizo para todo. Y por el momento, ningún problema con ello, más bien todo lo contrario. Si alguien se está planteando el cambio, no puedo menos que animarle a ello. La experiencia ha sido rápida, completamente indolora, y la mar de recomendable.


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