Cuando un fenómeno aún en fase de adopción tecnológica como las criptomonedas se encuentra con un entorno inestable y con eventos que afectan de manera significativa a todo su contexto, la interacción se vuelve sin duda muy compleja, y puede tener efectos importantes sobre las propias dinámicas de adopción. Si además como en este caso, la dinámica de adopción está vinculada al proceso de descubrimiento del precio, esos efectos pueden ser aún más llamativos.
En este momento, nos encontramos con el impacto de una salvaje invasión, acompañada por las sanciones económicas más fuertes de la historia. En un principio, algunos analistas argumentaron que el uso de criptomonedas podría ser una de las formas con las que Rusia podría tratar de saltarse las sanciones, para pasar rápidamente a una posición más escéptica, que cuestionaba la influencia de esa herramienta en un contexto bélico. De hecho, el fundador de Binance, Changpeng Zhao, afirmó que el volumen de transacciones de las criptomonedas, un parámetro que conoce perfectamente, era aún demasiado pequeño como para que Rusia pudiese plantearse recurrir a ellas para tratar de evadir las sanciones, dado que aunque hablásemos de países con un nivel de adopción comparativamente elevado, estábamos en realidad planteando que tan solo en torno a un 3% de la población mundial tenía exposición a las criptomonedas, y de ellos, menos de un 10% tenían porcentajes significativos de su ahorro depositado en ellas.
Otros, además, destacaron la evolución del ecosistema de las criptomonedas, desde unos comienzos completamente al margen de toda regulación, a un momento actual en el que la mayoría de los servicios de transacción siguen normas muy claras de reporting, aplican estándares de Know Your Customer (KYC) para evitar lavado de dinero, y mantenían mecánicas operativas similares a las de la banca, lo que hacía bastante difícil que Rusia pudiese utilizarlos para tratar de evadir las sanciones.
Precisamente en ese sentido, acabamos de ver cómo los dos servicios más importantes de gestión de criptomonedas acaban de pronunciarse: Coinbase ha anunciado el bloqueo de más de veinticinco mil direcciones vinculadas con actividad potencialmente ilícita desde Rusia, cuyos detalles han sido además remitidos a las autoridades norteamericanas; y Binance, reacia en un principio a adoptar medidas, acaba de anunciar que, siguiendo las sanciones internacionales, las tarjetas Visa y Mastercard emitidas en Rusia no podrán ser utilizadas para transacciones en su servicio.
¿Qué se está planteando realmente? Ni más ni menos que la neutralidad de las criptomonedas, un sistema cuyo diseño prometía inicialmente que ninguna entidad podría impedir su uso para cualquier tipo de transacción, pero que a medida que su popularidad ha ido creciendo, se ha encontrado con la realidad. Así, el creador de Ethereum, el ruso Vitalik Buterin, publicó en los primeros días de la invasión un tweet muy crítico con la guerra en el que decía simplemente «Recordatorio: Ethereum es neutral, pero yo no».
Para terminar de complicar el tema, la invasión rusa de Ucrania ha llevado a que algunas iniciativas regulatorias que estaban ya en curso se aceleren: en Estados Unidos, el gobierno ha afirmado que esta semana anunciará su estrategia en el ámbito de las criptomonedas, con posibles cambios regulatorios en su contexto y con su posible impacto tanto en la economía como en la seguridad nacional.
En la Unión Europea, por su parte, la semana que viene tendrá lugar la votación sobre el paquete legislativo conocido como MiCA, Markets in Crypto-Assets, que promete introducir claridad sobre cuestiones que van desde el consumo energético de las criptomonedas a la neutralidad tecnológica con la que el Parlamento Europeo pretende apoyar la innovación en el sector financiero.
Finalmente, el mundo árabe, que dentro de la tradición que supone el entorno de las finanzas islámicas, que entre otras cosas prohiben la riba o usura (obtener intereses sobre los préstamos), y que lleva tiempo debatiendo si las criptomonedas deben ser como tales consideradas como una actividad permitida para los practicantes del Islam, como simplemente una práctica desaconsejada (makruh), como un pecado prohibido (haraam) o como una violación de la sharia, que por tanto debe ser castigada por los humanos en lugar de por dios.
Tres entornos, los Estados Unidos, la Unión Europea y el mundo árabe, tomando decisiones sobre un fenómeno, las criptomonedas, con una curva de adopción aún incipiente, pero llamada a jugar un papel importantísimo en la redefinición del dinero y de la actividad económica. Si nos atenemos a los precedentes, la decisión de China de prohibir primero la minería de criptomonedas y después penalizar fuertemente algunos de sus usos ha provocado fuertes impactos en su valor, pero con un efecto de simple sacudida transitoria y compensada posteriormente por migraciones geográficas de la propia actividad o por otros factores.
Guerras, procesos regulatorios y hasta factores religiosos: como contexto, el de las criptomonedas no podría estar sujeto a más y más importantes cambios. En una o dos semanas, revisamos qué ha pasado…
